4/5/11

Sensaciones

Estos últimos días están siendo hasta cierto punto extraños para mí. Me siento pletórica, llena de energías y a la vez no. Es como que en mi mente se materializaran cientos (vale, decenas) de proyectos, pero que no pudieran salir de ahí. Tampoco me siento muy mal por ello. Sólo espero que todo esto no sea una olla a presión.

Para ser honesta conmigo misma tengo una preocupación que me quita el sueño de verdad: los números rojos y no quiero hablar de esto ahora. No son de los temores a ver las cuentas del banco en lo que quiero gastar mi tiempo.

Las sensaciones supongo que nacen en el cerebro y ayer tuve una, digamos, diferente. No sé si les habrá pasado a ustedes alguna vez -si es así, cuéntenmelo, por favor-, pero ayer fui consciente del poco tiempo que me resta en la Tierra. Fue como una especie de revelación pausada y tranquila, algo así como lo que le debió de pasar a Ramón Sampedro cuando estaba tan seguro de que deseaba su muerte. No es que yo desee mi muerte (todavía me quedan ciertos capítulos por cerrar), pero sí que fui consciente en ese preciso instante de que mi tiempo aquí es mucho más escaso de lo que yo pensaba que iba a ser.

No quiero hacerme mayor. No en el sentido de esa vejez que estoy viviendo por cuenta ajena. No quiero llegar a esa edad en esas condiciones (véanse por ejemplo el cortometraje Capicúa). Lo tengo tan claro como el agua que brota de un manantial. Si es así, no me quedan mucho más de treinta años de vida y he de reconocer que los treinta primeros se me han pasado en un periquete y no han sido ni de lejos lo que pensaba que iban a ser (sorpresas para mal, no para bien). Ni siquiera estoy situada en el camino que quisiera estar, tal vez...

Una de mis almohadas me aconseja, me implora que en este mes cierre dos capítulos de especial importancia: ingresar a mi momi en una residencia (qué duro, qué duro) y buscar un trabajo (el que sea, vinculado a mi profesión o no).

Pienso que una vez que tenga hechas esas dos cosas y que los número empiecen a teñirse de nuevo de su hasta hace poco habitual color negro, no habrá ya nada más por lo que luchar aquí. No es una derrota. De hecho creo que es una conquista y hasta cierto punto me siento feliz. Ya no espero nada más de la vida que su fin y además estoy contenta evidenciando algo tan normal como que moriré algún día no muy lejano.

3 comentarios:

  1. Justo hoy, viniendo al trabajo, escuché una noticia sobre una mujer que tiene 116 años.

    No lo quiero para mí, ni de coña!!!
    El cuerpo humano no está preparado para vivir esos años y el cerebro mucho menos. Yo quiero morirme a una edad en la que mi muerte no suponga un alivio para mi hijo, pero que tampoco suponga un trauma para nadie. No quiero mantenerme aquí pase lo que pase.

    Respecto a tu momi... Qué duro, sí. Yo pienso a veces (al tener solo un hijo y considerar la posibilidad de que pase por lo mimso que tú) que lo que deseo que haga es que me quiera, pero, sobre todo, que no me sufra.Que me envíe a un sitio donde me vayan a cuidar bien pero, sobre todo, que me quiera y que me lo haga notar.

    No sé si esto te sirve de algo.

    Un beso, linda.

    ResponderEliminar
  2. Temas estos que, como ya sabes, a mí me aterran.

    Creo que lo importante es el amor. Que lo que hagas no le haga pensar que no la quieres; que sienta tu amor.

    Un beso enorme, y mucho ánimo y suerte.

    ResponderEliminar
  3. ¡116 años, madre mía! Ni regalados los quiero, por muy bien que te conserves, seguro que tiene una caterva de hijas, nueras y nietas a su servicio. Horror, Filla.

    Lo de mi madre, en fin, llevo unos días to pocha pensando en lo inevitable. Pobrina, no se merecía un final así. :-( Preferiría encontrármela muertina una mañana, plácidamente en su cama. Tampoco quiero que muera, pero, bah, tengo la mente todo revuelta. :-S

    Pues sí, Porto, últimamente te noto preocupado también por estos temas (por tu blog, claro). Mi madre se lleva todo el amor que puedo darle. Todo, todo, todo. Para ella nunca ha sido suficiente, pero yo no podría quererle más.

    Muuuuuchos besos a los dos. A ver si remonto el vuelto, que desde Semana Santa estoy hecha un poco trapo, pero, bien, ¿eh?

    ResponderEliminar