14/7/11

8 comentarios:

  1. Ay, preciosa. No sé que decirte.
    De verdad que no sé que decir.
    Cuando mi primer perro se marchó con 16 años de un infarto, lo pasé fatal.

    Luego la pena se me fue apaciguando y escribí un cuento. La historia de su vida en casa desde que le cogimos en el rastro con poco más de un mes.

    También era pelirrojo, como gran parte de mi familia.

    Chuty, ese era su nombre, me salvó una vez la vida. Si no hubiera sido por él, hoy, no estaría escribiendo.

    Intenta recordar los preciosos momentos vividos a su lado.

    Muchos besos

    ResponderEliminar
  2. Ooooh, qué pena. Vaya... qué pena. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Lloré más cuando murió mi gata que lo que he llorado por personas más cercanas y que en teoría me debían doler más.

    Comprendo a quien tras la muerte de un compañero peludo se promete no volver a tener gato o perro, porque sabe que lo normal es vivir su muerte y sufrirla. Y es cierto, pero quien cumple esa promesa renuncia a años de dar y recibir amor.

    Seguramente valió la pena. Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Recuerdo los momentos felices que me ha hecho pasar Floyd todos los días desde que se ha ido. Le echo mucho de menos. Mi almohada dice que tanto la muerte como la enfermedad son una parte importante de la vida y que como tales hay que saberlas enfrentar. Yo lo intento. Por ahora no me ganan la guerra, pero sí más de una batalla. Besote, Aquí.

    Ya ves, Eulez, perdiste la oportunidad de abrazar al suave y esponjoso Floyd aquel día. ;-PPPP Le habrías encantado, ¡seguro! Con tal de que le prestaran un poquitín de atención y le hicieran un mimo, ya le tenías ganado. Un besote.

    ¡Claro que valió la pena NeoGurb! Es de las cosas que si volviera a nacer aún a sabiendas de todos los disgustos que me dio (que me los dio, el muy canalla tenía vocación de escapista), volvería a repetir. Yo también he llorado infinito más por la desaparición de mi gata Tula o por la muerte de Floyd que por el de algunas personas. Para mí ellos dos eran mi familia. Esta afirmación no se entiende si no se ha tenido nunca un animal de compañía, claro. No sé si tendremos más perros o gatos... duele mucho, muchísimo. Por ahora nos quedamos con las dos pequeñas cotorras periquitiles y con las flores (si no las fríe el abrasador sol). Otro beso para ti.

    Cal.

    ResponderEliminar
  5. Lo siento muchísímo, Cal.

    Yo he perdido a muchos amigos como este porque he tenido muchos, también.

    Tobo, Pistón, Biela, Dimitri, Pulgas...

    Y duelen como la familia, porque lo son, claro. Pero yo siempre he conseguido consolarme pensando en la buena vida que nos hemos dado entre nosotros. Los momentos felicísimos que hemos conseguido que lo compensan todo.

    Por eso nunca renuncio a tener un animal a mi lado y en cuanto Cibrán crezca un poco y pueda compartir conmigo sus cuidados, traeremos un gato!!

    Un beso, linda.

    ResponderEliminar
  6. ¡Llevamos una racha, Filla! Esperemos que sea eso, una racha. La verdad es que a una semana justo de su muerte empiezo a encontrarme algo más recuperada. Es un duelo y hay que pasarlo. El tiempo nos dirá si tendremos más mascotas peludas. Por ahora con las aladas vamos sobrados. ¡Los gatos me encantan! Así que te animo a que tanto Cibrán como tú tengáis uno lo antes posible. Son geniales.

    Besos.

    ResponderEliminar
  7. Mi Lea sólo tiene seis meses, pero puedo entender el vacío que debe abrirse a tus pies cuando de repente desaparecen de tu casa. Es mi primer perro, y sé que no será el último.

    Era muy guapo tu Floyd.

    ResponderEliminar
  8. Espero que tanto Lea como tú, Teresa, paséis el mayor tiempo posible juntas. En mi casa siempre han habido perros, gatos y demás fauna. Me crié en una granja. Mi padre era criador de collies y de canarios timbrado español entre otras cosas. Ahora mismo el vacío es tan gigante que ni se me pasa por la cabeza tener otro perro. Todavía hay días en los que le oigo deambular por casa, zapatear sobre el suelo de madera con sus uñas. Le oigo acicalarse e incluso le siento subiéndose al sofá.

    Por suerte todo pasa.

    Un besazo y ¡bienvenida a mi blog, Teresa!

    ResponderEliminar