10/8/11

Beginners. Principiantes hasta la muerte.

No sé quién fue que en su lecho de muerte pronunció una frase que me encanta: "aún aprendo". Alguno de ustedes que esté más cuerdo que yo podrá preguntarse cómo es eso de aprender cuando uno está a punto de morir. Pues sí, hasta a morir hay que aprender. Supongo... A ver, que me despisto. ;-)

Beginners es una peli del ahora director Mike Mills (antes diseñador y director de videoclips) y está basada en un hecho real: su padre le confesó, cinco años antes de morir y tras cuarenta años de matrimonio heterosexual, que era gay. Con setenta y tantos aprender a ser homosexual, ¡flipa! Porque todo en esta vida conlleva un aprendizaje, ¿no? Únicamente nacemos con el instinto de mamar y agarrar con las manitas, así que todo lo demás (que no es poco) lo aprendemos, hasta la condición sexual de cada uno. ¡Guau!

Mills se apoya en un guión desestructurado en su linea temporal -algo ya muy de moda tras Iñárritus, Tarantinos, Nolans, Soderbergs y Kar-Wais- y terriblemente sólido que dibuja tres personajes consistentemente construidos (cuatro si contamos con la inestimable ayuda del Jack Russel terrier parlanchín), atravesados por las crisis que nos va poniendo la vida en medio de nuestro camino.

Ewan McGregor, el hijo diseñador (me ha encantado el punto de vista que ofrece sobre la profesión de diseñador gráfico, tan acertado y lejano de los clichés que nos asocian a la profesión; se nota que el director fue diseñador otrora) sumido en una profunda crisis, se enfrenta a uno de los pocos papeles no al límite que le ha deparado su por otra parte exitosa carrera profesional abordando la interpretación desde un registro intimista que podría parecer falto de carisma, pero que no es en absoluto así.

Mélaine Laurent -a la que conocimos internacionalmente en Malditos Bastardos- da vida a la epifanía en forma de mujer que se presenta en el peor momento de la vida de Oliver, el personaje de McGregor, y que nos regala con sutiles matices una personalidad compleja, casi border line.

Christopher Plummer, oh, soberbio en su papel de gay renacido, increíble, magnífico.

Los escenarios, las transiciones entre secuencias, la fotografía, la música, el vestuario... Tan cotidianos, tan libres de estridencias que sorprenden en un mundo lleno de efectos especiales y 3D.

Una catarsis para el alma, sin duda, que te deja un buen sabor de boca cuando sales del cine porque ¿qué es la vida sino un continuo aprendizaje de cosas nuevas? Y el que crea que no lo es tal vez está muerto en vida, ¿no?

No se la pierdan.

PD. Queridos lectores de este egoblog: la entrada que acaban de leer está publicada automáticamente, vamos, que no se molesten si no les contesto en los comentarios rauda y veloz ya que ¡estoy de vacaciones!

No hay comentarios:

Publicar un comentario