1/3/12

Ausencia de luz

Una de las cosas que más me gustaron de Estambul -hay muchas, imagínense, es mi ciudad favorita- es que la mayoría de las calles, incluso las principales como el bulevar de Atärturk, apenas tienen alumbrado público cuando no carecen totalmente de él. Paseando por las angostas callejuelas del Cuerno del Oro la iluminación viene de la infinidad de teterías y tiendas abiertas a cualquier hora de la noche. Lejos de provocarme miedo la sensación fue de una infinita quietud y sosiego.

Cuando he llegado a casa, tardísimo entre mis clases de multimedia y mis clases de bonsais, la calle no tenía ni una farola encendida. He subido a dejar mi bonsai y mi bolso y me he lanzado a la calle a vagar, a pasear primero con la idea de encontrar algún lugar con pan, pero luego he quedado invadida tontamente por la oscuridad y he mirado al cielo y, pese a la contaminación que tenemos en la capi, me he sorprendido a mí misma buscando constelaciones, observando estrellas rojas, azules y amarillas y habría sido pura magia encontrarse con la espina dorsal que es la Vía Láctea, mucho pedir en esta ciudad carente de cielo nocturno la mayoría de los días.

Por un momento he vuelto a dos sitios en los que me encanta estar: la veintena y Constantinopla.Y me he sentido a gusto con mi barra debajo del brazo todavía calentita, pero también conmigo misma, sensación que no suelo encontrar tan a menudo en los últimos meses. Puedo afirmar que por un instante he sido feliz.

4 comentarios:

  1. Algunas de las cosas que nos hacen felices no cuestan dinero, aunque sí atención y esfuerzo. Quizás sea este el camino, no lo sé.

    Un saludo, Cal atenci

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    1. ¡La mayoría! Por ejemplo, yo echo mucho de menos a mi perro (horrores no verle en casa cuando llego) porque me obligaba a dar tres paseos diarios. Gracias a ello he escrito aquí un montón, ¿no? Pasear, observar a las personas, disfrutar de la lluvia o el sol o la nieve. Son pequeñas cosas que nos hacen felices. No necesitamos grandes hazañas aunque estoy convencida de que un Chanel también me haría muy muy feliz. :-D

      Este post lo escribí el jueves pasado. Tenía un día un tanto chafadete, pero fui a mi escuela de bonsáis y conseguí alambrar casi yo sola uno de mis arbolitos (bueno, mide casi un metro así que arbolito-arbolito...) y me sentí de repente muy orgullosa. Otra pequeña cosa con la que sentirse bien.

      Un saludo.

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  2. Y yo me alegro mucho.

    Un beso.

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    1. ¡Muchas gracias, Porto! La felicidad no deja de ser un instante más o menos largo en el tiempo que desgraciadamente nos solemos dar cuenta de él cuando ya ha pasado. El jueves pasado, sentada en una escalerita de mi barrio y mirando en este caso al cinturón de Orión, tratando de ver las Pléyades (estoy tarada creyendo que con la contaminación de Madrid se iban a poder ver, ¡ja!) fue una absoluta delicia y fui además consciente de ella en el momento. Llegué a casa y tuve que dejarlo escrito para no olvidarme nunca de ello.

      Un besazo.

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