3/11/17

Leer como se escribe.

Hace tres días hice algo insólito para mí: fui a la salida del cole de mi sobrino. Si exceptuamos las veces que he ido a buscar a mi madre o a la madre de mi adorado al cole, nunca antes lo había hecho. Al menos que yo lo recuerde.

Fue una experiencia muy agradable. No digo que los niños te reciban como tu perro en casa tras un día de trabajo fuera (o simplemente tras haber ido a comprar el pan), pero mola, te sientes un poco importante para alguien con esos saltos y el beso previo al bocadillo de Nocilla (¡Nocilla!).

Ciertas costumbres parece que se transmiten de generación en generación y, al igual que hacía yo cuando padre, madre o ex-abuela venían a por mí al patio, mi sobrino se quedó jugando un rato con sus colegas. Mientras tanto –y esta es la parte que no conocía, aunque intuía– los padres nos apostamos en las escaleras, debajo de un tejadillo de falsa Uralita, al lado de canasta de baloncesto, para hablar, ¡cómo no!, de los hijos y sus avances en lo académico y lo familiar.

Entre planificaciones consanguíneas exitosas y fallidas, surgieron los problemas con la materia temida. ¿Matemáticas? ¡Qué va!, en primero de primaria todo es fácil en este sentido, sumar, restar… La materia temida es… el inglés. Porque, claro, no se lee como se escribe y eso es una gran faena para los padres que desistieron de expresarse en otra lengua que no fuese la suya antes de empezar el bachillerato.

En la casa de la playa –muy lejos de mi sobrino y sus avances con los colores y los números en otros idiomas (soy mala y a veces se los chapurreo en catalán o francés de estrangis)– es raro que hable en castellano. Mi idioma aquí, pese a estar dentro de España, es el inglés.

Hace unas semanas coincidimos en una fiesta (va a parecer un chiste) cuatro portugueses, una norteamericana, un hispanomarroquí nacido en Inglaterra, una alemana, un escocés y dos españoles. Varios de ellos llevan ya más de un año viviendo en esta ciudad, pero para no complicar más esa Babel en la que nos juntamos, decidimos hablar en, cómo no, inglés.

Me quedé muy pero que muy sorprendida cuando preguntando al escocés si sabía algo de castellano (más o menos el resto medio entendía, si no hablabas deprisa), nos contestó que había tratado de estudiar algo de español, pero que era una faena porque no se lee como se escribe.

2 comentarios:

  1. ¡Es buenísimo! Deja claro la chorrada que aquí no paramos de repetir y oír desde pequeños.

    Muchos besos, Cal.

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    1. No tengo ni idea de lingüística ni de fonética, pero sí, supongo que lo de la literalidad (o como se diga) de las lenguas escritas es un mito, sea el idioma que sea.

      ¡Muchos besos, Porto!

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