6/1/21

¡Ah, la maternidad!

En los últimos meses me han retumbado mil y una veces en la cabeza las palabras de la que entonces era mi médica de familia, cuando le fui a pedir consejo por un posible embarazo y, sosegada, me largó: «recuerda que los hijos son de las madres». Rebatí semejante aseveración con un «y de los padres», desconociendo en ese momento a lo que se refería con esa lapidaria los hijos son de las madres

Entonces estaba invadida de igualdad, al menos en el plano teórico, y no me había percatado de que para lograr la tan manoseada igualdad hay que discriminar en un sentido, puesto que cuando se pugna por ser iguales sucede que uno de los bandos ya lleva de serie más privilegios que el otro.

En este año se han equiparado al fin la duración de los permisos de maternidad y paternidad a dieciséis semanas. Permisos intransferibles. Hace un par de años lo habría celebrado como una gran victoria. Sin embargo a día de hoy solo puedo decir que estoy contenta. Por poco que sea, y es poquíiiiisimo, es un progreso. A mí me hubiera encantado tener a mi pareja (sea hombre, mujer o X) a mi lado los cuatro primeros meses de la vida de nuestra hija, corresponsabilizándose —que no ayudando, orgh, qué hartazgo con la puta ayuda— en lo que es llevar una casa con una criatura recién nacida dentro. ¡Por supuesto que sí!

También habría celebrado que, en una entrevista de trabajo, dos personas, hombre y mujer, con las mismas habilidades y estudios, tengan las mismas oportunidades y salarios por mor de dicha medida. ¿Quién podría estar disconforme con estas ventajas?

Pero la realidad es más complicada: hay que rascar la superficie. 

Da la sensación de que los redactores de esta ley no fueran padres o madres. Porque ser padre, le duela a quien le duela, no es lo mismo que ser madre. Y no me estoy refiriendo a las capacidades de crianza de los padres o parejas. Estas son únicamente cuestión de voluntad y aprendizaje. Me estoy refiriendo a los procesos fisiológicos.

Está claro que es un cuerpo femenino el que gesta, pare y amamanta (si así lo desea). Sobre dicho cuerpo, es innegable, recae el mayor peso del cuidado en los primeros meses de vida intra y extrauterina de la criatura.

Entiendo también que ampararse en el mero hecho biológico descarta de un plumazo otros tipos de m/paternidades (adopciones, parejas homosexuales, subrogación, etc.), y entiendo que hay muchos tipos de cuidados: limpiar el wáter porque tú estás durmiendo junto a tu bebé, que se ha pasado la noche entera berreando, también es cuidar.

De nuevo hay que rascar la superficie. Un bebé de menos de un año necesita una —UNA— figura de apego, que normalmente suele ser la madre, para su óptimo desarrollo, tanto a nivel físico como mental. Por resumir: un bebé necesita estar literalmente pegado a su figura de apego al menos los seis o nueve primeros meses de su vida. Día y noche. Durmiendo o despierto. Comiendo, jugando, de paseo... Siempre.

Así que dieciséis semanas son una bagatela. Hasta la OMS recomienda mínimo seis meses de lactancia materna exclusiva (y, añado que, me da igual que se dé biberón). La mayoría de las mujeres (porque no nos engañemos, somos mujeres las principales cuidadoras de los niños pequeños) se tendrán que o bien coger una excedencia, o bien una reducción de jornada, o bien dejar al bebé al cuidado en una escuela infantil o con familiares. Por lo tanto, las mujeres seguiremos perdiendo y empobreciéndonos pese a esta, insisto, necesaria medida.

El tema es como una hidra, soy consciente. Quizá los avances en materia de m/paternidad deberían ir por otros derroteros. Por lo pronto se me ocurre que parte del permiso paterno fuera transferible. O que no fuera obligatorio al principio de la crianza y así poder el padre o pareja cuidar de sus hijos en, por ejemplo, caso de enfermedad infantil pasada la exterogestación. O, qué narices, ¡ampliar directamente los permisos de maternidad! que llevamos 32 años sin ni un día más para criar a nuestros niños. Todo esto hasta conseguir el fin último que no será otro que permisos iguales, intransferibles y lo suficientemente prolongados para salvaguardar el derecho de los bebés a ser atendidos, porque ellos son los auténticos titulares del derecho, no nosotros, sus progenitores.

Pongamos de una vez por todas en valor lo que significa cuidar. Así de simple.

1 comentario:

  1. Se me ha olvidado escribir sobre un pequeño detalle (es que m últimamente escribo con un bebé en brazos, en el móvil, a duras penas con una mano). Me autocomento, jajaja.

    Que también es interesante en este sentido invertir en, tachán, educación, porque estoy viendo por las RRSS a muchos padres (y no padres, pero varones) que desconocen por completo qué es eso de la paternidad (¡y les da por entrenarse para un triatlón! o para hacerse con un maravilloso arsenal de cartas del Magic durante la "baja", que me lo ha contado a mí un pajarito).

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