27/9/23

Dos fiestas

De pequeña me llamaba la atención que el cumpleaños de mi padre fuera en dos fechas diferentes. Lo solíamos celebrar a lo grande el 26 de octubre, pero creíamos que nació el 16 del mismo mes —día en el que también solíamos hacer algo especial—, hasta que en una partida de nacimiento apareció una tercera fecha y ya nos pareció excesivo tres festejos en un mes. Cosas de haber nacido en tiempos convulsos y, por qué no, de ser el octavo o noveno hijo dentro una familia humilde.

De adolescente mi madre me confesó que a ella lo que realmente le gustaba era celebrar mi cumpleaños el 4 de noviembre en vez del 27 de septiembre porque fue el día que nos conocimos. Desde aquella confidencia, traté que todos los días de San Carlos Borromeo fueran un poco especiales para nosotras. Irnos a la pelu, comprarnos un capricho, tomar un chocolate con churros. Todavía los recuerdo aunque ella ya no esté.

Mi hija nació el 4 de septiembre, pero hasta el 25 del mismo mes no nos dieron el alta en el hospital. Fue el primer día que pudimos salir a dar un paseo, que no le gustó nada de nada, por cierto, o mejor dicho, no le gustó nada ir el capazo y tuvimos que llevarla en brazos, ese kilo y setecientos pequeñín de carne. 

Nosotros, aquel día (emojis cortesía de Freepik).

Fuimos al lado de casa al Cementerio Inglés que, además de ser un cementerio, es un jardín precioso, y pensé que todos los 25 de septiembre haríamos lo mismo. Lo hicimos, claro, hasta que dejamos Málaga. Tú tienes unos planes que no siempre concuerdan con lo que la vida planea para ti.

Este año no hemos podido hacer nada especial porque tenemos covid, salvo que darnos una vuelta al hospital más cercano se considere especial (lo es, aunque no el especial que nos gusta). Pero lo haremos en cuanto la vida nos deje hacerlo.

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