4/4/05

Entre copas

Ésta era una de las pelis que ponían en los cines de mi pueblo. Qué leche, en mi pueblo sólo hay dos cines: uno cerrado y el otro con dos salas. Vamos, para no liarme, que la peli que ponían en la otra sala no merece la pena ni ser nombrada. Y entre copas se ha desarrollado mi finde. Uy, qué peligro tiene ir al pueblo después de cuatro meses sin pisar tierra palentina…

Al final llegamos a las 3.30 de la madrugada del viernes a mi casa. Los viernes siempre se lía algo en el trabajo. Un frío, dios qué espanto. Y claro, os podéis imaginar que una casa taaaaan grande no calienta en dos minutos. Y es que digo yo ¿para qué una casa tan descomunal? ¿es que la gente de pueblo no sabe hacer pisitos en plan cubículo de 40 metros cuadrados como en Madrid? Por supuesto tampoco estaban las camas hechas, así que a las tantas de la madrugada buscando sábanas y mantas, muchas mantas.

El viaje no se me hizo muy largo. Claro yo no conduzco, voy de paquete. Y es paquete el que conduce. Pusimos las noticias a pesar de la correcta selección de música que llevaba (y llevo) en un porta cedes en el bolso. Pusimos la SER. Bueno, con eso de que el Papa estaba estirando la pata de vez en cuando escuchábamos la COPE. Oy, oy, oy, qué asquito de radio. Y en la SER había un programa de lo más raro: Tercer Milenio. Todo de esoterismo y cosas parapsicológicas. Con lo que a mi me gusta cagarme de miedo. Es que imaginaros: de noche, ni un alma en la carretera ,cayendo chuzos de punta con algún que otro rallito y trueno. Y paquete y yo escuchando las profecías de San Malaquías sobre los 111 Papas antes de que llegue el Apocalipsis. Dios, casi me hago popó en las braguitas.

Y lo que prometía ser un fin de semana tranquilito y al calor de la estufa casera o en el cine, qué va, se convirtió en una especie de vorágine social. Por la mañana fuimos a hacer la ronda. Fuimos a las farmacias a visitar a dos de mis amigas (una de ellas de baja porque un pelamanillas le ha causado una hernia cervical al darle con la cámara de la tele local en Carnaval) y a la tienda de ropa recién inaugurada de una de las parejas de mi panda. Qué ropa, qué chic, qué glamour, qué caro para un pueblo. Eso sí, Misss Calamity se compró una camiseta muy ibicenca –salvo por el color: naranja butano- con bordaditos de florecillas. Muy primaveral. Paquete se abstuvo.

Total que en la tienda nos juntamos prácticamente la mitad de la cuadrilla y quedamos en ir a cenar a un pueblo todavía más recóndito y pequeño que el nuestro. A las 9.30 en la gasolinera (que por cierto, es de otro colega de la cuadrilla, un particular, sí señor). Y nos fuimos en tres coches para seis personas (viva el efecto invernadero). Y nos pusimos… ay, cómo nos pusimos. Yo creo que lo de menos era la comida –aunque estaba para chuparse los dedos-, lo importante fue el vino. Sin denominación de origen, ni etiqueta ni nada de nada. Un tinto vulgar y común, pero qué vinito. Corrieron botellas a la misma velocidad que de la Rosa ayer en Bahrein. Y a las 11 de la noche Calamity ya iba beoda del culo para arriba y del culo para abajo. Claro que no era la única. Se nos juntó un espontáneo que nos estaba oyendo hablar de que si era mejor vivir en una gran ciudad o en un pueblo y ahí se quedó tomando su carajillo a ver si pillaba algo. Ay iluso, si estamos todos emparejaditos… y sin ganas de complicarnos la vida. Je, je.

Después volvimos a mi pueblo y nos fuimos de copeo por ahí. Primero a un bar en el que trabajan otros dos colegas, que además estuvieron en la cena, y que nos sirvieron unas copillas gratis. La primera fue del tirón. La segunda ya más relajada. No es cuestión de beber un cubata cada 10 minutos.
Después nos fuimos a un bar de salsa. Ahí me di cuenta de que no iba lo suficientemente pedo como para soportar el ambiente, así que me dediqué a fumar y a beber como si no existiese un mañana. Y así acabé yo, bailando una salsa con el dueño del bar. El tío era un vivales porque yo iba con faldas de vuelo como una enagua y claro, venga a darme vueltas y más vueltas para, en fin, imaginad. Así que entre el whisky y los meneos del jefe del bar…

En el siguiente bar ya iba como una zarrapastrosa con pegatinas de cerveza Mahou pegadas por el escote diciendo: soy una chica cinco estrellas. Que conste que tengo fotos porque llegué a casa a las tantísimas y me hice una foto que nunca jamás publicaré (con lo calimero que soy seguro que la cuelga paquete para que se me caiga toda la mierda en la boca). Qué aspecto, por dior.

A todo eso el domingo me levanté a las 11 de la mañana con una resaca de la güan que no me dejaba dormir. Y me dediqué a otra de mis facetas vitales. No os vayáis a creer que yo sólo hago que beber y beber, no. En menos de 36 horas podé el césped del jardín (que parecía la selva amazónica después de cuatro meses), barrí las aceras del jardín, transplanté tres tiestos. Podé no sé cuantos geranios que previamente saqué del invernadero-galería a la calle, regué las plantas, tiré a la basura a dos cadáveres (cuando se entere mi mami de que se la ha secado el anturio, va a montar en cólera), bañé al perro, le corté el pelo, le di dos paseos por el campo, hablé con dos de mis tías (esto también cuenta porque las tías en cuestión rajan por los codos así que cada vez que las llamo me tienen media hora cada una al teléfono), hice las compras, hice la comida, barrí, fregué (esto es un farol. Tuve al paquete de ama de casa haciendo la comida y fregando). Estuve haciendo zapping continuamente por todas las televisiones para ver las nuevas que venían desde Roma-Ciudad del Vaticano, leí el periódico, leí el dominical, estuve al tanto de la magnífica carrera de Alonso y de de la Rosa. Fui a visitar a mi abuelita a la residencia de ancianos (le tengo que comprar un par de libros porque se está leyendo una novelilla de Estefanía, ¡¡¡horror!!!), fui al cementerio y quité las flores secas de la tumba de mi papi… Uy, qué mareo, qué ajetreo (que diría Joaquín Sabina). Vamos que estoy hecha una mierda. Necesito un fin de semana más para recuperarme de mi fin de semana.

Y vosotros, ¿qué tal el fin de semana? Me ha dicho por ahí un pajarito que hubo una quedada bloguera…

Besitos, Calamity.