Hoy hace un año más o menos que estaría descolgando doce fotografías sobre mi visión de la Arquitectura de las paredes de un bar de Segovia –que recomiendo que visitéis pues ponen una música excelente y unos vinitos que quitan el sentido. Colgarlas fue todo un triunfo. Ahora que estoy estudiando montaje expositivo en una escuela de Madrid me doy cuenta de uno de los mayores errores que tuve: plantear la exposición completamente beoda y en un único día. Marchamos para allá paquete, mi compañero de piso y yo con doce fotos tamaño 30x40 cm debajo del brazo: seis de color y seis en blanco y negro, seis horizontales y seis verticales. Y sólo se nos ocurre, en pleno Uno de Mayo reivindicativo y sindicalista, ponernos a tomar chatos de tinto por todas las tascas segovianas en medio de pancartas y barbudos (entiéndame bien que luego se me molestan) gritones.
Lo peor (y lo más divertido) fue encontrarnos con un viejo amigo mío de la Universidad –de profesión alcohólico- con su nueva novia deambulando por Segovia la Nuit entre títere y títere. Y yo, que me apunto a un bombardeo, me fui con el muchacho, su churri, paquete, el compañero y las doce fotos a escanciar sidra al Valle del Clamores, debajo del Alcázar. Lo demás fue todo rodado.
Al colgar uno de las instantáneas se me cayó al suelo partiéndose en mil pedazos el cristal y rayándose por completo la superficie gelatinosa del papel fotográfico. Pero no penséis que me importó, ¡qué va!, el mismo día de inauguración así se quedó la fotografía del Palau Sant Jordi.
PD. No he tenido tiempo para podéroslas mostrar de manera decente, vamos, es que ni las tengo montadas en casa, así que… Lo intentaré, si queréis, claro. Aquí sois vosotros los que ordenáis y yo acato.