No hay cosa que más me guste por las mañanas del domingo que un buen desayuno servido a la vez que una se va desperezando aún en la cama: zumo natural, café caliente recién hecho, croissants si es posible, mermelada de fresas y tostadas... Claro está, si una no ha salido la noche anterior y ha decidido aprovechar esas extrañas mañanas domingueras.
Hace un tiempo paquete y yo todavía no estábamos consolidados como pareja formal dentro del ambiente familiar de la Quinta de los Sustos, así que las primeras veces que paquete y Calamity íbamos a ver a mis padres dormíamos por separado. Yo en mi habitación de siempre –preciosa por cierto- y paquete en la habitación de invitados.
Mi pueblo se caracteriza por ser un poco, como diríamos, engañoso en cuanto a meteorología se refiere, y claro, aquel que viene de nuevo por esas latitudes suele sufrir la novatada del frío norte palentino-cántabro.
Por la tarde del sábado los amigos de mi cuadrilla habían invitado a paquete a jugar un partido de fútbol sala en la Ciudad Deportiva del pueblo y paquete allá fue para confraternizar de otra forma que no fuese con una copa entre las manos. Hacía un frío de muerte, pero de estos que se te meten por los huesos y no salen hasta que llega el solsticio de Verano. Eso sí, brillaba el Sol en lo alto como si fuese un día de Agosto. Y paquete decidió ir en pantalón corto y sudadera. Toda una valentía. Yo le advertí que se iba a enfriar. Y él me replicó bah, son sólo unos metros desde el aparcamiento de la Ciudad Deportiva hasta el pabellón de fútbol sala-. Tú verás, subrayé yo.
Por la noche paquete estaba con una lumbalgia que no se podía menear. Andaba torcido y recostado sobre su propio torso y cada vez que conseguía andar recto parecía una embarazada con ganas de parir (no lo digo por su barriga, malpensados, que casi no tiene para desgracia mía) con las manos apostadas en los riñones cual jotera mañica. El mismo sábado tuvimos que ir a Urgencias a que le pusieran un antiinflamatorio para que se le pudiera calmar un poco el dolor.
Mi madre, con esa sabiduría doméstica que sólo poseen las madres, le aplicaba calor seco en las vértebras lumbares y le daba friegas de alcohol de romero para que se le pasara el mal trago. Hasta que la mujer tuvo que ir a hacer la cena. Y yo, que tengo mucha menos paciencia, opté por darle la manta eléctrica de toda la vida y allí que se peleara él solo con su problema por imprudente.
Os podréis imaginar que esa noche no salimos. A la cama prontito y como dije antes cada uno por nuestro lado. Paquete se fue con la mantita eléctrica enroscada a la cintura y la enchufó en su habitación de invitados. Y se durmió, me figuro. Yo también dormí.
Entre el sueño y el desperece andaba yo cuando llegó a mi pituitaria el agradable olor de unas tostadas de pan de pueblo. Uhmmmm, me chiflan las tostadas de pan del día anterior. Mi sueño se mezclaba con un suculento festín mañanero que me esperaba cuando bajara las escaleras de la Sustos hacia la cocina todavía con la legaña en el ojo. Y de repente oigo un toc-toc en mi puerta. Entre sueños farfullé un ¿síiii?. Y detrás de la puerta oí un soy yo, ¿puedo pasar?. Con un párpado arriba y otro todavía soldado con el de abajo, veo la siguiente estampa: paquete en calzoncillos con las manos cruzadas sobre su pecho, tiritando. Me incorporé como un sputnik.
-¿Qué coño haces aquí? Tío como nos vea mi madre...
-Anda, déjame pasar a tu cama.
-¿Qué pasa?
Se metió en mi cama y me abrazó. Yo le conté que estaba soñando con esas tostadas que sabía que me estaba preparando en la cocina, cuando oigo salir por su boca Cal, no te lo vas a creer. Bueno, lo peor es cómo se lo vamos a contar a tu madre.
-Qué cojones pasa, tío –ya con los dos ojos como platos.
-Pues nada, que anoche me metí en la cama con la manta eléctrica enchufada y...
-Y, y, y ¿qué?
-Que se ha quemado un poquito la cama.
-Cóooooooomo, ¡¡¡¡que se ha quemado la cama!!!! ¡¡¡¡pero ¿qué arte has hecho? (inciso: en mi pueblo se dice “qué arte” para decir “cómo”. Fin.)<
En ese momento ya oí a mi madre desde el otro lado de la puerta indagando Cal, ¿no te huele a quemado?
-Má, entra, anda –me apresuré yo antes de que ella descubriese el pastel por sí sola.
Y la Tila entró y vio el percal. Le dije que se sentara en el poco hueco que quedaba de la cama y que escuchara atentamente.
Ahí estábamos los tres, a las ocho y media de la mañana de un domingo de marzo, apoltronados en una cama de 105 cm de ancho mirando al techo mientras escuchábamos la peripecia nocturna del agregado. Y una vez que concluyó ésta, silencio sepulcral proseguido de una enorme risotada que nos echamos mi Tila y yo mirando de soslayo a paquete –que estaba en centro de las dos- y, prácticamente, burlándonos a su cara de la facha que llevaba el muchacho en pleno invierno norteño.
Nos levantamos los tres y fuimos al cuarto de invitados. Resultado: de la manta eléctrica casi ni hablamos, estaba más negra que los cojones de un grillo; pijama de paquete: un pedazo agujero negro enorme, vamos, para tirar (todavía no entiendo cómo no se quemó él nada); sábana de encima: tomate negro y calcinado; sábana bajera: pedazo tomate negro; manta con estampado tribal: quemada; edredón de Reig Martí: casi calcinado por el flanco derecho; colchón: tomatazo negro que dejaba ver sus muelles y las diferentes capas de látex carbonizadas. A todo esto le añadiremos un charco de agua goteando alrededor de todo y una especie de humo grisáceo y espeso flotando por la habitación y obtendremos el espectáculo dantesco que se abría ante nuestro ojos.
Paquete tenía una carita, el pobre, que no sabía ni qué decir. Y mi madre y yo descojonadas de risa ante semejante cuadro de habitación. Todo el día estuvimos lanzándole puyas, sin mala intención ¿eh?, en plan ten cuidado no te quemes con las lentejas, jua, jua, jua, y cosas así.
De camino ya a Madrid se me ocurrió preguntarle una cosa que no debería de haber hecho jamás: Oye cari, ¿de dónde sacaste el agua para apagar el incendio? Y la respuesta fue: Joder, como me puse nervioso lo primero que encontré fue el recipiente de la escobilla del baño de arriba para poder coger un poco de agua.
Besitos a todos y feliz comienzo de semana.
Cal.
