23/5/05

Estudios en el extranjero

Mis pericos tienen una extraña costumbre a la que no suelo hacerme yo por mucho que pasen los años. Cuando llega su juventud, se marchan a estudiar al extranjero. Así de repente y sin dar ningún portazo. Un día llegas a casa y te encuentras con que han hecho las maletas y se han ido. Ni siquiera dejan una nota o una carta y menos la nueva dirección. De todas maneras pienso que por mucho que hablaran o escribiesen no les iba a entender gran cosa ya que yo me expreso en Castellano y ellos en Periquitil. Mi casa parece un circo porque nuestra comunicación se basa en signos a modo de actores de Mimo inexpertos.

Primero fueron Rita y Felipe que, de la misma manera que Romeo y Julieta (final incluido), se escaparon por el portachón de su jaula un caluroso día de Junio de hace dos años. Según me dice paquete deben de estar estudiando en Oxford, aunque lo dudo mucho porque no les gustaba el clima lluvioso que ostentan las islas británicas. Yo más bien pienso que se han ido a la Universidad de Canberra. No en vano son periquitos australianos. Pero todavía no me han enviado ni una postal. Y esto es casi seguro porque estarán muy contentos y felices en su nuevo hogar.

Luego lo hicieron Romeo (no el de Shakespeare) y un mes justo más tarde Peloncete. Estos dos eran canarios así que supongo que estarán disfrutando de un mojo picón en las islas que llevan el nombre de su raza. Estos no fueron a estudiar, estoy convencida. Ya estaban entraditos en años como para ponerse ha hacer una carrera en La Laguna. Aunque vete tú a saber.

Y antes de ayer le tocó el turno a Kiko. Pero Kiko lo hizo de manera diferente a sus amigos: dejó una nota. El pobre estaba un poco cansado de su novia obesa y aunque la quería mucho le estaba matando de hambre. Cada día se parecían más al típico matrimonio de las viñetas de Forges –él esmirriado y ella oronda- y como buen gigoló que fue decidió que era el momento de partir hacia nuevas tierras. Por la noche estuvo hablando conmigo. Me dijo que se estaba quedando ciego y que casi no podía volar así que iba a probar suerte en otros feudos donde las féminas fueran más independientes y no le dieran tanto la tabarra con la comida. Ya estaba harto de estar todo el día comiendo para que después su novia Gina le hiciera desembuchar todas las semillas y le obligara a que la peinase continuamente.

Les llevamos a una agencia matrimonial para ver si se podía mediar solución, pero el consejero nos dijo que la cosa tenía difícil procedimiento. Los dejamos allí solitos en una habitación de un hotel cinco estrellas y gran lujo para ver si llegaba el acuerdo. Pero ayer cuando fuimos a recogerlos para volver a casa, Kiko ya había tomado la decisión: se había ido a pasar unas largas vacaciones con sus hermanos Felipe, Rita, Romeo y Peloncete.

Estén donde estén espero que su vida sea mejor todavía, si cabe, de lo que fue en mi casa de Madrid y en la Quinta de los Sustos.