20/11/16

Frío.

Suena Frío en la tele mientras recojo los cacharros de la comida, de la comida-merienda de los domingos, y veo a viejas glorias del rock patrio haciendo una versión acelerada de la de Los Secretos. Porque para mí esta canción es de Los Secretos, aunque realmente sea de Alarma!!!

Me gusta más mi original. Me trae buenos recuerdos, ahora algo taciturnos, nostálgicos.

Pongo el cedé en la cadena e inmediatamente me viene a la cabeza la última vez que vi con su caminar patizambo encorsetado en unos vaqueros, con cazadora de cuero sin cerrar, al camarero de La Clave. Iba solo por la calle donde estaba aquel bar, posiblemente volvía a su casa o quizá fuera a otro bar, de ronda. No recuerdo su nombre, pero sé que le saludamos Lili y yo. Hasta luego. Adiós. Teníamos quince y catorce años y seguramente nos habríamos escapado de algún castigo paterno por haber llegado demasiado tarde la noche de un viernes o de un sábado o de ambos.

Muchas de las veces que lo hacíamos -escaparnos- nos refugiábamos en La Clave. Se estaba muy bien allí los domingos por la tarde, cuando no estaba tan petada de gente y se podía alcanzar la puerta de los baños sin tener que meter codos entre el tumulto. Nos llamaba la atención que aquel hombre de rostro aguileño fuera tan mayor (aunque rondaría la treintena, purita tercera edad desde nuestra perspectiva) y a la vez tan capaz de entender nuestras inquietudes. ¡A saber con qué cuitas le atosigaríamos!

Cuando se iba toda la gente y solo quedábamos Lili y yo, que no queríamos volver a nuestras casas por miedo a la reprimenda, el camarero nos invitaba a una Coca Cola y nos pinchaba Adiós Tristeza en el plato de la cabina del pinchadiscos.

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