En el año 2000 no estaba tan implicada a nivel político o, mejor dicho, no era tan consciente de las consecuencias que podría tener la elección de una persona u otra a la hora de erigirse como representante de un pueblo. Eso no quiere decir que no tuviera las ideas claras respecto a lo que me gustaba y lo que no. Jamás he sido apolítica.
Por aquel entonces, no recuerdo bien el motivo, el demonio se encarnaba en la figura de Madeleine Albright, la Secretaria de Estado de Clinton -Bill- en su segundo mandato. Tanto es así que el escocés Bobby Gillespie le dedicó esta canción que yo bailaba desenfrenada en mis noches de éxtasis y excesos eufóricos.
Hoy me temo que los ojos de la esvástica están ampliamente distribuidos por lo que llamamos el primer mundo, lo cual me deja perpleja porque esto no ha hecho sino más que comenzar. ¿En qué estamos pensando nosotros, las bases que sostienen este sistema democrático, cuando damos por válido a un señor como Trump (FPÖ, Ukip, no a la paz en Colombia, etc.) para que nos gobierne?
9/11/16
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