8/3/22

Mantenidos

Oía esta mañana —que no escuchaba porque andaba con el trasiego matutino de desayunos, ropas, pañales, limpieza, comida y juegos con una bebé andarina— a una tertuliana radiofónica a la que admiro que se horrorizaba al ver que parte del feminismo se había ido por derroteros como reivindicar la menstruación y los cuidados y que se había topado con algunas influencers jóvenes (algunas, femenino, recalco) cuyo propósito en la vida era que las mantuviera un hombre.

Hete aquí una mantenida ☝

No sé por dónde empezar a escribir... Tengo solo veinte minutos hasta que llegue mi hija (es que hoy tienen vacaciones en el cole por lo del 8M, ¡cosas!) con una amiga que me ha venido, previo pago, a echar una mano.

Hace unos cinco ocho emes atrás estaba en Madrid tomándome unos huevos rotos y unos vinos con el mejor amigo de mi consorte. Decía que no entendía porqué las mujeres no queríamos ser mantenidas, que se vive de puta madre y que su máxima aspiración en la vida era ser un mantenido. Mi consorte, no sé si por empatía hacia él o por propia convicción, opinaba igual (os desvelo que sí, que también lo piensa a día de hoy).

El amigo de mi consorte y mi consorte pertenecen a lo que podríamos denominar clase media o media alta. Viven bien. No suelen tener problemas para llegar a fin de mes y si se les avería el coche o la luz se pone a 0,95401 €/kWh, precio de hoy, no les trastoca la vida («joder, qué caro, pero esta noche cenaremos un quiché de trigueros»). Su ídolo en este sentido es el marido de una compañera de trabajo del amigo de mi consorte. Un señor relativamente joven, de cincuenta y pocos, que es un mantenido. 

En aquel lejano ocho eme me contaba que su amigo mantenido se había sacado el abono anual para el Alter Oper de Frankfurt y se dedicaba a ver todas las óperas, ballets y representaciones teatrales que se le ponían a tiro. Además se estaba haciendo una serie de tours para conocer el país de los teutones, donde residen, y que se había comprado una planchadora especial para camisas —un artilugio que cuesta un huevo— para que la mucama que vive con ellos no tuviera que dedicar demasiado tiempo a planchar las camisas que visten él para ir al teatro y su mujer para trabajar en el Banco Central Europeo.

Asistenta, plancha último modelo, bono anual para la ópera, excursiones por el Rin, por el Mein y por la Selva Negra. Perdónenme: yo así también quiero ser una mantenida.

Por esta aberración que cuento dos párrafos arriba y por muchos aspectos más creo que hay que reivindicar nuestras menstruaciones porque la medicina y la biología han investigado muy pero que muy poco nuestro sexo y sus peculiaridades. 

Hay que reivindicar los cuidados porque, por desgracia, han sido y siguen siendo atribuidos al género femenino. Y no, la mayoría de nosotras no tenemos interna, nos devanamos los sesos para que la comida y la cena llegue caliente a la mesa, para que los niños vayan más o menos limpios al cole, para que nuestros mayores no se mueran abandonados y para que no nos coma la mierda dentro de nuestros hogares.

Hay que reivindicar una educación de calidad, basada en la igualdad y en el juicio crítico, para que ninguna chica joven con TiK ToK exprese que su aspiración en la vida es que la mantenga un hombre y para que ningún adolescente (ninguna persona, vaya) ponga en duda la existencia de la violencia sistémica contra las mujeres.

Y me voy, que llega mi amiga con mi hija y tengo que darle de comer, porque es todavía pequeña y no sabe hacerlo sola. A lo mejor, mientras duerma la siesta, podré currar un poco, aunque sea 8M. Y a lo mejor, si mi consorte se estira, podré irme esta tarde a la manifestación porque el horario coincide con las cenas y mi hija es todavía pequeña y no sabe cenar sola.

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