22/7/22

2021—2022

Hoy mi niña se baja de la rueda de la productividad en la que entró a mediados de septiembre del año pasado. Hoy termina su campamento de verano. Nos quedan por delante casi dos meses de —ojalá solo fueran— aventurillas y juegos. De vacaciones.

Esa apresurada entrada en el mundo de los adultos no era por otra cosa que mi vuelta al ruedo productivo (nada nuevo bajo el sol de esta sociedad supuestamente avanzada que estamos construyendo). Lo tenía todo bajo control. Entonces, en octubre.

Me iba a comer el mundo con todo más o menos programado. Iba a conseguir trabajo remunerado para enero-febrero a lo más tardar, pensaba, siendo la ciudad en la que vivo la capital mundial del diseño durante este año. Echaría a andar un proyecto personal que me ayudaría a complementar el sueldo y a extirpar un tumor familiar que lleva demasiado tiempo dando por culo. Además, escribiría un post mensual para mi otra casa para petarlo en redes sociales, que es la mejor manera de encontrar no sé si curro, pero sí proyectos.

¡Ah, las expectativas!

Cuando me encontré planificando el maratón de vacaciones navideñas me di cuenta de que tenía que rebajar el listón de optimismo. Dejaría lo del curro remunerado para antes del verano. El proyecto ahí seguía, renqueando en busca de financiación y, bueno, me conformaría con escribir un post trimestral sobre mis muertitos, que ya llegará el tiempo de poder dedicarse más a la tecla y la lectura. Calma, Cal, calma, que tienes margen, me decía a mí misma.

Hace una semana, antes de que el riñón izquierdo se me fuera a la mierda después de dos meses pochísima-pero-señora-todo-lo-que-tiene-usted-es-psicológico, me hice una lista con los logros conseguidos este 2021-2022 porque me negaba a creer que fueran tan pocos. Y sí, son poquísimos, tan pocos que ni los voy a enumerar aquí porque me produce sonrojo.

Desde luego no he encontrado curro (ni he conseguido terminar las herramientas que me permiten encontrarlo, salvo el CV), el proyecto personal está prácticamente muerto a falta de financiación y lo de escribir... 

Christina's World de Andrew Wyeth (1948)

Me siento como Christina en este cuadro de Wyeth. Durante todo este año académico he tratado de llegar a la granja, pero me he quedado ahí, en medio de la nada, arrastrándome de mala manera, y ahí me voy a tener que quedar durante a saber cuánto tiempo más.

2 comentarios:

  1. Calma, Cal, calma.
    Aunque no tengas margen.
    Calma

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué rapidez, Neo! Me has pillado "retocando" la entrada.

      Ay, tengo tan poquitirrinín margen de maniobra en todos los sentidos que me desespero. Llevo una semana (un mes, una decada) de mierda. Y eso que hoy me he dicho a mí misma que nada de venirse abajo y me he puesto música animosa que, de hecho, me ha animado.

      Estoy agotada. A todos los niveles.

      Eliminar