28/6/23

La sangre

Nunca me he planteado buscar a mi familia biológica. Hasta ayer.

Hace unos días comencé un nuevo periplo por un nuevo centro de salud mental. Me dan ganas de hacer una especie de guion o algo similar para no tener que repetir una y otra vez las mismas respuestas a las mismas preguntas. Es un suplicio. Al margen que soy perra vieja y voy un tanto resabiada, intuyendo que no va a valer para nada (a la vista esta). Pero, en fin, es la única ayuda que me puede ofrecer la sociedad: benzodiacepinas a precio de saldo.

En esta última aventura psiquiátrica me topé con una profesional… peculiar. Hablamos, obvio, de la existencia de ancestros locos y tuve que decirle que no conocía a nadie de mi familia biológica. Sentí, al poco de haber pronunciado aquellas palabras, que aquí habíamos chocado con la señal de «end of the road». 

La señora derrapaba continuamente a la hora de preguntar por este tema hasta el punto de tener que decirle un tanto seria que los señores de los que continuamente hablaba utilizando perífrasis (tus cuidadores, los que te acogieron, etcétera) eran MIS PADRES, que no había otros que lo fueran, y que a lo mejor no compartíamos material genético, aunque sí las suficientes horas de vuelo juntos para que sus actitudes hubiesen influido en la formación de mi carácter más que veintitrés pares de cromosomas.

Sin embargo, recogiendo sola y desbordada los platos de la comida este mediodía, me asaltó la idea de buscar a mis padres biológicos seriamente, tal vez a cuenta de la incómoda conversación con la nueva psicóloga, tal vez porque hubiera vendido mi brazo derecho por un poco de ayuda en ese momento, ¡qué sé yo! La peregrina idea hizo que un rayo de luz iluminara por segundos mi gris existencia.

Sé que son dos, dos oficialmente, dos porque aparecen en la partida de nacimiento. Y es chocante que aparezcan los dos siendo yo, como fui, una niña abandonada. Saber que Elena y Ramón tuvieron una hija hace mil años a la que perdieron el rastro (o lo quisieron perder), me hace fantasear muchísimo. ¿Y si realmente no me abandonaron? ¿Y si estuvieran buscándome de alguna forma? Igual creen que estoy muerta y, mira, no. A lo mejor tuvieron más hijos después que pasase lo que fuera que pasó y resulta que tengo hermanos y hermanas…

En el modo pro de la fantasía me los imagino amorosos y despreocupados, sanos, de conversación fluida, lectores, amantes de la música, locos con sus nietos y un poco flâneurs. Me los imagino ideales, aún a riesgo de saber dónde conducen las caídas desde torres tan altas.

En el modo pro plus me imagino teniendo una familia de nuevo, solo con sus cosas buenas, por supuesto, que para algo son los sueños.

La conversación con aquella psicóloga antes de ayer solo me ha servido para darme cuenta (más cuenta) de que estoy tan desesperada, tan superada por las circunstancias y tan absolutamente sola en medio de un berenjenal vital que como solución mi mente propone la búsqueda con urgencia de alguien me quiera y me apoye, sin juicios, sin contrapartida, sin cosas feas, sin más. Sentir presencia en mi camino, tan solitario. Una fantasía.

2 comentarios:

  1. Huy, huy, huy, huy...

    Mucho, mucho miedo. Como padre biológico y adoptante, dudo mucho que lo que pueda salir de tal búsqueda pueda arrojar muchos resultados positivos. Quiero decir, que tal vez Elena y Ramón son o eran tal y como los has soñado. Pero las probabilidades de que eso sea así son tan ínfimas que da miedo qué abanico de opciones puede estar incluido en el resto.

    La parte médica es otro cantar. Ya me gustaría a mí saber de dónde le vienen a mi hija todas esas cosas que pasan en su cabeza. Doy por supuesto que habrá mucho más de teratogénico que de genético. Pero vete tú a saber. ¿Ayudaría saber que en su familia biológica hay gente con problemas como los suyos? Lo dudo. Tal vez cuando era pequeña, para que los profesionales de todo pelaje que la intentaron diagnosticar hubieran tenido al menos un poquito de éxito. Pero una vez adulta, dudo mucho que sea una ayuda real.

    También me llama la atención la burrez de la psiquiatra a la hora de referirse a tus padres, esos que supongo que te criaron lo mejor que pudieron y supieron (los otros son otra cosa). Madre mía, los psiquiatras...

    Y doy por supuesto que tienes claro que nadie -pero nadie- te va a apoyar sin juicios, sin contrapartida, sin cosas feas, sin más. Como padre biológico y adoptante, es algo que jamás he hecho con mis hijos. Siempre han contado con mi apoyo, pero nunca "sin más". Todo tiene una contrapartida, aunque sea la de responder de nuestros actos ante los demás. Miedo me dan esos progenitores que sienten amor ciego hacia sus hijos, que son capaces de todo por ellos. Tal vez es que yo soy un mal padre, sin más.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Una mala tarde la tiene cualquiera, Neo. Creo que estoy soportando soledad por encima de mis posibilidades. No es más que eso.

      Eso y mi tendencia a idealizar, claro. No creo que mis biológicos respondan ni en sueños a mi locura de pensamiento. Y, aunque lo hicieran, una familia siempre es una familia, con sus cosas buenas y sus malas.

      No buscaba respuestas a mi salud, solo compañía y apoyo :-)

      Y lo de la psiquiatría... en fin, lo dejo aquí porque como me ponga a escribir, publico un libro.

      Un beso grande. Gracias por tu comentario.

      Eliminar