Balance

Me da miedo ponerme a escribir. No por el hecho de escribir en sí -lo echaba de menos-, sino porque de nuevo no tenga las suficientes fuerzas para continuar de una manera asidua al relleno de más páginas insustanciales dentro de la red (se dice, se comenta, se lee que la mayoría de las páginas en internet son pura bazofia, aunque un tercio son porno... no me cuadran las cuentas).

Es que me gustaría decir que estoy mejor, que estoy recuperada, que he vuelto, que soy el ave fénix del siglo 21, pero os estaría mintiendo. No lo soy. No soy una roca. No soy el mesías. No soy nadie ni nada.

Unos tres meses me daba de plazo para atar los flecos que estaban sueltos en mi vida (aunque más bien es en la vida de mi madre, que, por extrañas razones, se ha transformado en la mía así, ¡zas!, por casi arte de magia) y aquí estoy de nuevo un año, dos meses y diez días después casi igual o peor, si me apuro, que cuando me planté con todos los bártulos en un hogar que ya no es el mío, en un pueblo al que ya le soy ajena, en un lugar al que me cuesta creer que haya pertenecido alguna vez.

Pérdidas:

• Una muela.
• Ciática.
• Un esguince en el tobillo que no acaba de curar.
• La vista más cansada.
• Las ojeras más moradas.
• Tres canas.
• Un sospechoso bulto en la oreja derecha.
• Prácticamente todos mis amigos desaparecidos.
• Prácticamente toda la familia ni aparece.
• El trabajo y posiblemente mi brillante carrera profesional. (Lo de brillante es una ironía, of course.)
• Mi gata, mi niña.
• Dos hijos que, asustados tal vez, decidieron nacer mucho antes de tiempo.
• La ilusión, por resumir.

Ganancias:

• Saber la posición que ocupo para muchas personas.
• Lo políticamente correcto no vale para nada.
• Una persona por la que merece la pena seguir adelante. 

Menudo post de mierda. Bueno, al menos he comenzado. Ojalá continúe. Ojalá.