31/3/11

Roger Waters, seamos serios, Pink Floyd live in Madrid, 25/Mar/2011: el espectáculo total

He tenido que esperar hasta hoy para poder escribir unas palabras sobre lo que pude ver el pasado viernes en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Mi cerebro, que es de digestiones pesadas, ha tardado en procesar toda la información que allí pude deglutir con un absoluto arrobamiento y es que, señoras, señores, no me equivoco lo más mínimo cuando digo que Roger Waters es dios y que me perdonen los creyentes: ya lo sabía. No era la primera vez que le veía en directo, pero esta vez iba a escuchar, ver y sentir en toda su plenitud la ópera rock más grande que jamás se haya escrito: "The Wall".

Vamos con lo malo porque por desgracia hubieron cosas que a mi parecer no funcionaron. Dirán que los catalanes son agarrados, pues, miren, no sé, pero el Palacio de los Deportes estaba hasta el mismísimo culo mientras que la vez que fui a verlos a Barna, con el cartel de Sold Out colgado en la puerta, estuvimos comodísimos viendo el espectáculo desde la mesa de sonido, que suele ser mi sitio favorito. No es que no cupiera un alma, es que habían más almas de las que cabían. A nosotros no nos dejaron entrar a pista que era la entrada que teníamos -guardadita como oro en paño desde hacía seis meses- porque no cabía ni un alfiler. Tuvimos que subir hasta el puto culo del palacio y ver el escenario -¡menos mal que era gigantesco!- a modo de gnomolandia, más o menos. No es broma: a nuestro lado había un, ejem, señor con prismáticos. Así que señores de Live Nation: mal, muy mal, re-que-te-mal. Eso sí, por primera vez en la vida debo decir que el Palacio de los Deportes sonó alucinantemente bien, yo diría que hasta genial.

Fotografía de Claudio Álvarez para El País. ¡Ya podría haber yo estado en el foso, habría muerto, pero habría muerto feliz!
Tampoco es cuestión de ir desgranando una a una las canciones de "The Wall" aquí porque sonaron todas en riguroso orden de grabación. In The Flesh? quebró el estruendoso ruido blanco del rumoreo de la gente para convertirlo en una ovación que posiblemente se oyó más allá del Gregorio Marañón y que culminó con un avión estrellado en un muro que por arte de birlibirloque se estaba empezando a levantar ante nuestras narices.

Por supuesto que con Another Brick In The Wall, Part I y Part II la peña se volvió -nos volvimos- medio loca y coreó el estribillo hasta desgañitarse mientras observaba los torpes movimientos del gigantesco muñeco que representa a los profesores autoritarios de la Inglaterra de mediados del siglo XX mientras las voces timbales de los niños le desafiaban ufanos.

En todo momento Waters se rodeó de una banda de músicos excepcionales y estuvo apoyado vocalmente por Robbie Wyckoff que se configuró como voz cantante en varios temas. Tampoco se echó de menos a David Guilmore (confieso que yo sí, que hubiera dado mi brazo derecho porque él hubiera aparecido en lo alto del escenario en la segunda parte) ya que tanto Dave Kilminster, guitarra principal, junto con Snowy White, también guitarra principal, demostraron conocer la partitura de Pink Floyd como si de sus mentes hubiera salido haciéndola suya en momentos tan especiales como Comfortably Numb o Run Like Hell.

Mother, una de mis favoritas del disco, la enfrentó al principio Roger Waters prácticamente en solitario, guitarra acústica en mano. Sonido cristalino. Proyecciones de él 30 años más joven que parecían querer trasladarnos a la época en la que Pink Floyd todavía no sabían lo que iban a significar para las generaciones venideras. Poco a poco la banda iba metiéndose en la canción. Poco a poco el muro nos iba privando de la imagen en directo del concierto.

Me gustó especialmente el final de la primera parte que echaba a andar con Empty Spaces, de la cual hicieron una versión algo más larga que la original del disco y que engarzaron a la perfección con el resto Young Lust, con One Of My Turns y con Don't Leave Me Now. El resto ya es conocido el muro iba creciendo al ritmo de Another Brick In The Wall, Part III y en Goodbye Cruel World solo una pequeña rendija nos dejaba ver a Roger Waters cantando, muro completo e intermedio.

Miles de fotografías de los caídos en guerras y conflictos nos acompañaron durante unos veinte minutos. Al igual que en un Opera House una voz femenina sensual nos anunciaba el comienzo de la segunda parte del espectáculo.

Hey You sonaba tras el muro. Hmmm, no me gustó demasiado la idea. Quién dice que aquello no fuera un play back. Aunque realmente play backs y música enlatada -sobre todo las partes sinfónicas del disco, eso sí, sonido Hi-Fi total- hubo muchos en el concierto, así que, ¿por qué habrían de esconderse?

Del mismo modo que el muro creció ante nuestras narices sin darnos cuenta, los músicos fueron poco a poco apareciendo delante del muro mientras se iban sucediendo las canciones y los efectos luminosos y cinematrográficos, en 3D, infográficos, etc. actualizados con respecto al espectáculo que diseñara hace 30 años Gerald Scarfe y que incluían imágenes de Agfanistán, de Iraq, de Obama, de soldados que regresan con los suyos... ¡Traed los chicos a casa!, gritaban las paredes del palacio de los deportes mientras Comfortably Numb, esa canción que deberíamos escuchar todos, que estamos como aborregados e idiotizados, se abría ante el público. Si me matáis en ese momento, pues oyesss, feliz que me había ido para el otro barrio. ¡Qué lagrimones de felicidad corrían el rimmel de mis pestañas cuando vi en lo alto del muro a Kilminster haciendo el solo de guitarra!

El cerdito de "Animals" convertido en un jabalí negro y malhumorado surcaba los aires del palacio con sus consignas anti sistema, martillos caminantes invadían nuestras retinas teñidas de rojo y negro, soniquetes al más puro estilo cabaret ensordecían nuestros oídos, todo ello para culminar en un In The Flesh que anunciaba algo grande, algo tan grande como Run Like Hell que consiguió una vez más poner en pie a las 13.000 almas que allí estábamos.

Y a partir de aquí la lisergia más absoluta -The Trial- lo inundó absolutamente todo. Imagen real e irreal se fundían en un cúmulo de sonidos y aturdimiento visual que desembocó ¡cómo no! en la caída del muro. En ese momento se interpretó el final de tan magna obra maestra: Outside The Wall.

Presentación de la banda y ¡adiós! Los aplausos no paraban de sonar y seguramente no hubieran parado si el personal no hubiera empezado a aligerar el aforo del lugar.

Puedo estar segura que pasará mucho tiempo de mi vida hasta que vea, oiga y sienta algo tan apoteósico.

2 comentarios:

  1. Cuando nos dimos cuenta que venían, ya no quedaban entradas.
    ¡Qué envidia!
    La primera cinta que compramos, el africano y yo junto, fue una de ellos.

    Besitos

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  2. Ay, Aquí, el primer día que salieron las entradas a la venta yo ya las tenía. Soy fan fan fan fan fan. Estuvo genial el concierto, bueno, la Ópera Rock porque la música sola emociona, pero con el espectáculo ya no tiene adjetivo posible que atribuirle.

    A mí me los descubrió mi padre, que le gustaban mucho los Pink Floyd. También un primo mío, que estaba totalmente enganchado al Pulse, claro, era el disco que se escuchaba de estos señores cuando nosotros éramos adolescentes.

    Un besazo.

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